Día como hoy, tres años. Tres años diferentes, nada volverá a ser igual desde que pisé aquellas tierras. Fue de rebote. Aún permanece en mi recuerdo aquella mañana aburrida en la que sonó el teléfono. Sin dudarlo lo cogí, no sabía lo que iba a significar esa llamada para mi.
La mujer preguntó por mi, justo cuando iba a colgar pensando que sería telefónica, pronunciaron las palabras mágicas: "Te han concedido una beca al Reino Unido, la semana que viene, ¿aceptas?
Recuerdo como mis mejillas estaban mojadas, no me podía creer lo que me habían dicho. Me habían concedido la beca y estaba dispuesta a aprovechar esa oportunidad.
Después de esa llamada, todo fue un cúmulo de circunstancias. Mis padres accedieron, y me dejaron cumplir uno de mis sueños. En una semana estaba preparada, no conocía a nadie, pero tan poco me importaba. Recuerdo como me despedía de mis padres y mi chico en el autobús rumbo málaga. Aún tengo en mente esos momentos tan mágicos de montarse en un avión y contemplar la avanzada tecnología que está en nuestros días. No tuve mucha suerte, pues por ser la última en aceptar una beca porque alguien la había denegado, tuve problemas en cuanto a documentación y demás. Fue algo agobiante encontrarte en un país ajeno al tuyo, con una lengua diferente y con gente desconocida. Pero poco a poco todo fue fluyendo solo. Saboreo el aire de Canterbury, aún puedo ver a mis amigos, a mis mejores amigos correteando por la universidad en busca de ardillas. Aún contemplo sus caras de satisfacción, aún escucho sus susurros de consejos, aún noto sus cálidos abrazos, aún tengo mi pecho mojado de esas lágrimas de felicidad.
Fui feliz, muy feliz, me hicieron ser diferente, me hicieron ser única, me hicieron sonreír, y darle un sentido más alentador a mi vida de aquel entonces.
Un día como hoy, estuve en Canterbury.